La noche previa a la gran noche de su vida, Wilton Norman Chamberlain no durmió. Salió de fiesta y cuando volvió, se bancó con dignidad la resaca. Las historias, con el tiempo, van y vienen. Dicen que aquél 2 de marzo de 1962, con un dolor de cabeza imposible, combatió el aburrimiento con pasatiempos juveniles. Que jugó videojuegos con sus compañeros, que eligió uno de puntería con un rifle y que logró un score récord de 2.040 puntos. "Trabajé durante 15 años en este lugar y nunca nadie superó su récord. Lo máximo que vi fueron 1.800 puntos", señaló al tiempo el portero del lugar.
Dicen que más tarde, jugó cartas. Que no podía creer la suerte que tenía en cada mano. Todo posiblemente sea parte del mito. Con cansancio y desinterés, Wilt y sus 216 centímetros a cuestas, juntaron valor y se fueron para la cancha. El partido no le importaba mucho. Su equipo, Philadelphia Warriors, ya estaba clasificado para los playoffs en el segundo lugar y su rival, New York Knicks, iba último en la liga.
Llegó medio dormido y miró en silencio un Hersheypark Arena (Pennsylvania) semivacío que apenas se poblaría luego con 4.124 espectadores. No había periodistas de Philadelphia, no había nadie más que un pobre cronista llamado Harvey Pollack, relaciones públicas de los Warriors, encargado de cubrir para las agencias UPI y AP, que pronosticando una noche tranquila había ido a la cancha con su hijo. No sabía lo que le esperaba…
En el primer cuarto, Chamberlain anotó 23 puntos y confirmó que estaba en una noche anormal. No por la cantidad de tantos anotados, si no por la efectividad en los libres, su punto débil: iba nueve de nueve. Cuando aún quedaban ocho minutos por disputar, ya llevaba 78 y se encaminaba a la gloria. Para ese momento, la gente en el estadio ya pedía que se las pasen todas a él, los defensores lo agarraban de a tres (todos los internos salieron por faltas) y los compañeros estaban decididos a empujarlo a un récord. Había una atmósfera especial. "Me estaba saliendo todo, no hacía más que batir récord tras récord. Tuve la sensación de que estaba en racha", declararía tiempo después.
A falta de un minuto y 30 segundos, Wilt convirtió su punto 97 y 98 con una volcada. A partir de aquí, las versiones están distorsionadas. Algunos dicen que los 100 llegaron con otra volcada; otros, que fue por intermedio de una bandeja. Lo concreto es que en 44 caóticos segundos, Chamberlain falló tres lanzamientos desesperados. Y que recién en el último convirtió. Y que el estadio explotó y el público invadió la cancha durante nueve minutos, a pesar de que todavía restaba tiempo de juego. Y que él apenas levantó los brazos, confundido por semejante descontrol. Algunos dicen que el partido terminó ahí, otros que se reanudó. Joe Rutlick, también de los Warriors, aclara que no sólo concluyó, sino que él, en ese tramo metió los dos libres que decretaron el 169 a 147 final.
Como fuese, había historia para contar: 100 puntos (23 en el primer cuarto, 18 en el segundo, 28 en el tercero y 31 en el cuarto). Su planilla marcaba 36-63 en tiros de campo y 28-32 libres (no había triples).
Fue entonces cuando Pollack se adueñó del protagonismo de la noche. Lo llamaban desde todas partes para que mandara datos y alguna foto. El tipo no sabía qué hacer. Así que se metió en el vestuario anarquizado, tomó un papel y escribió con un fibrón el número 100. Luego se acercó a Chamberlain y le pidió que posara. "Lo que más me gusta de esa noche es que sólo haya una difusa transmisión de radio. Eso hace que los 100 puntos estén rodeados de mito y misterio, y que cada año la gente pueda embellecer el recuerdo sin que los hechos se metan en su camino", explicó años más tarde el gran protagonista. Y acotó: "No fue tan asombroso. Si no hubiera salido la noche anterior y hubiera dormido un poco más, podría haber llegado a los 140".
Con el tiempo, Chamberlain conseguiría muchos récords más (71 más para ser exactos). Superó seis veces los 70 puntos, anotó 60 o más en 32 ocasiones y ganó dos anillos, entre muchos otros logros personales. También dice que tuvo sexo con 20 mil mujeres (es decir, una por día desde los 15 años). Sin embargo, nunca logró un reconocimiento unánime y se retiró a la sombra de Bill Rusell, su contemporáneo más distinguido que ostenta 11 títulos.
Antes de su fallecimiento, en 1999, Wilt lanzó una frase más sobre el récord: "Esos 100 puntos nunca van a ser tan importantes para mí como para el resto de las personas. Me avergüenzo de haber tomado 63 tiros. ¡¿63?! Es demasiado. Si lo hubiera hecho con mis amigos, ellos nunca más habrían querido jugar conmigo". Hoy, a cincuenta años de su noche mágica, la historia de los mitos vuelve a la luz. Y cada persona que vaya a presenciar el juego entre Sixers y Warriors de este viernes se llevará un trocito de la cancha en la que se produjo el milagro de los 100.
Dicen que más tarde, jugó cartas. Que no podía creer la suerte que tenía en cada mano. Todo posiblemente sea parte del mito. Con cansancio y desinterés, Wilt y sus 216 centímetros a cuestas, juntaron valor y se fueron para la cancha. El partido no le importaba mucho. Su equipo, Philadelphia Warriors, ya estaba clasificado para los playoffs en el segundo lugar y su rival, New York Knicks, iba último en la liga.
Llegó medio dormido y miró en silencio un Hersheypark Arena (Pennsylvania) semivacío que apenas se poblaría luego con 4.124 espectadores. No había periodistas de Philadelphia, no había nadie más que un pobre cronista llamado Harvey Pollack, relaciones públicas de los Warriors, encargado de cubrir para las agencias UPI y AP, que pronosticando una noche tranquila había ido a la cancha con su hijo. No sabía lo que le esperaba…
En el primer cuarto, Chamberlain anotó 23 puntos y confirmó que estaba en una noche anormal. No por la cantidad de tantos anotados, si no por la efectividad en los libres, su punto débil: iba nueve de nueve. Cuando aún quedaban ocho minutos por disputar, ya llevaba 78 y se encaminaba a la gloria. Para ese momento, la gente en el estadio ya pedía que se las pasen todas a él, los defensores lo agarraban de a tres (todos los internos salieron por faltas) y los compañeros estaban decididos a empujarlo a un récord. Había una atmósfera especial. "Me estaba saliendo todo, no hacía más que batir récord tras récord. Tuve la sensación de que estaba en racha", declararía tiempo después.
A falta de un minuto y 30 segundos, Wilt convirtió su punto 97 y 98 con una volcada. A partir de aquí, las versiones están distorsionadas. Algunos dicen que los 100 llegaron con otra volcada; otros, que fue por intermedio de una bandeja. Lo concreto es que en 44 caóticos segundos, Chamberlain falló tres lanzamientos desesperados. Y que recién en el último convirtió. Y que el estadio explotó y el público invadió la cancha durante nueve minutos, a pesar de que todavía restaba tiempo de juego. Y que él apenas levantó los brazos, confundido por semejante descontrol. Algunos dicen que el partido terminó ahí, otros que se reanudó. Joe Rutlick, también de los Warriors, aclara que no sólo concluyó, sino que él, en ese tramo metió los dos libres que decretaron el 169 a 147 final.
Como fuese, había historia para contar: 100 puntos (23 en el primer cuarto, 18 en el segundo, 28 en el tercero y 31 en el cuarto). Su planilla marcaba 36-63 en tiros de campo y 28-32 libres (no había triples).
Fue entonces cuando Pollack se adueñó del protagonismo de la noche. Lo llamaban desde todas partes para que mandara datos y alguna foto. El tipo no sabía qué hacer. Así que se metió en el vestuario anarquizado, tomó un papel y escribió con un fibrón el número 100. Luego se acercó a Chamberlain y le pidió que posara. "Lo que más me gusta de esa noche es que sólo haya una difusa transmisión de radio. Eso hace que los 100 puntos estén rodeados de mito y misterio, y que cada año la gente pueda embellecer el recuerdo sin que los hechos se metan en su camino", explicó años más tarde el gran protagonista. Y acotó: "No fue tan asombroso. Si no hubiera salido la noche anterior y hubiera dormido un poco más, podría haber llegado a los 140".
Con el tiempo, Chamberlain conseguiría muchos récords más (71 más para ser exactos). Superó seis veces los 70 puntos, anotó 60 o más en 32 ocasiones y ganó dos anillos, entre muchos otros logros personales. También dice que tuvo sexo con 20 mil mujeres (es decir, una por día desde los 15 años). Sin embargo, nunca logró un reconocimiento unánime y se retiró a la sombra de Bill Rusell, su contemporáneo más distinguido que ostenta 11 títulos.
Antes de su fallecimiento, en 1999, Wilt lanzó una frase más sobre el récord: "Esos 100 puntos nunca van a ser tan importantes para mí como para el resto de las personas. Me avergüenzo de haber tomado 63 tiros. ¡¿63?! Es demasiado. Si lo hubiera hecho con mis amigos, ellos nunca más habrían querido jugar conmigo". Hoy, a cincuenta años de su noche mágica, la historia de los mitos vuelve a la luz. Y cada persona que vaya a presenciar el juego entre Sixers y Warriors de este viernes se llevará un trocito de la cancha en la que se produjo el milagro de los 100.
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